sábado, 31 de enero de 2015

08-03-14

¡Cómo me limpiabas el lunar al lado de mi boca cuando no conocías el mapa de mis imperfecciones...!
¡Cómo desinfectabas de soledad mis labios secos, rebosantes de palabras cálidas por regalar...!
¿Cuándo he cambiado tanto, amor, que ya no dirijo mis pensamientos sino a tus lecturas?

Tu y yo. Yo y tu.

A nadie se le ocurriría llamar blues a una canción de letra alegre. ¿Por qué le pones condición de pareja a lo que solamente somos tu y yo sin nosotros?

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No me tires al cubo de la basura. Recíclame, reencarname en suelas de bota que caminen en el barro. Una y otra vez al contenedor amarillo, hasta alcanzar el nirvana en zapatos de salón.
Dame vida.

jueves, 29 de enero de 2015

Reflejada y herida

Esta noche me miro al espejo, y no se dónde termina el reflejo.
Me devuelve una imagen que no es mía, una caricatura grotesca de la persona que solía ser.
La herida abierta en el pecho aparece como cráter hacia el interior del volcán, apagado, que es mi cuerpo: lleno de cenizas y vacío de ellas a la vez, un corredor oscuro donde el horizonte se confunde, y fúndense el techo y el suelo del mismo patético color.
La herida camina, se mueve conmigo. Me pongo de perfil y se escurre a mi costado. Ahora se ven las costillas, hundidas en un deshecho de carne podrida y sangre seca. Me toco, me palpo, estiro la piel y no siento herida, pero duele, duele aunque el dolor no sea físico y el reflejo sea incorpóreo e inalmáreo.
Me tapo los ojos como una niña frente a la muerte fingida en la pantalla, y miro con morbo desde la barrera de mis manos cómo palpita la herida.
La herida me mira a mi como un adulto, sin barrera y sin morbo, como se mira desde encima del hombro a los niños que no han vivido, que no conocen el significado del dolor.
La muy puta me mira condescendiente como si ella, la herida, hubiera sufrido más que yo, como si detrás de la barrera de los dedos mis ojos no hubieran visto el pálpito, el interior del volcán vacío y las costillas descarnadas, como si el dolor fuera relativo y perteneciente a ella y no a mi.
¡El reflejo es mentira, es una sucia y repugnante obscenidad, que tiene como fin la herida!
La próxima noche no me miraré al espejo, pues hoy me meto en la cama con las manos envueltas en paños y ensortijadas de cristales rotos, piedras preciosas que la ira se encarga de pulir.
El reflejo se enquista en mis manos de niña y me infectan del desgraciado dolor todo el cuerpo.
Pero mientras tanto la barrera aún funciona, y acerco mis manos heridas a los ojos, que ya no ven la pantalla.

miércoles, 21 de enero de 2015

De puntillas sobre un hilo

Camino de puntillas sobre un hilo. Pero no es un hilo suave, teñido por manos amigas en fábricas legales, no une partes de tela formando abrigo cálido, no remienda trozos de piel separados por el filo del bisturí.
Es hilo manchado en sangre, en sudor, en lágrimas ácidas que forman torrentes en ojos tristes. Y ahora corta mis pies, me separa del suelo.
Observo cómo el final aparece y los créditos corren raudos por la pantalla. Me da las gracias por aparecer en la película, pero en ningún momento tengo el papel principal. Mi nombre aparece en letra pequeña, borroso cual ojos miopes que, a través de unas lentes, hipermetropan el mundo.
Yo no dejo huellas en él, permanece más allá del tiempo y de la levedad humana, es el hilo el que forma cicatriz en mi.
Es hilo de cobre, atrae más que la luz a las polillas y deja sin luz a la ciudad (irónico).
Es hilo de rafia que aprisiona tu alma en un saco, la dobla, la engulle y te la roba, y la transporta junto a otras iguales y distintas a ser expuestas en mercados, pesadas, valoradas y vendidas.
Es hilo rojo anudado en el dedo meñique, aferrado al corazón y a la esperanza. Tiras y tiras de él, buscas el mismo nudo en otros dedos hasta que llegas al borde de un callejón y encuentras el otro extremo, cortado.
Rojo es el hilo y roja se vuelve la vista, y las mejillas que descubren el dolor, y las pupilas dilatadas de llorar.
El hilo de plata, el último, el que viene tras el descubrimiento del rojo, te cubre con ostentación. Orgullosa paseas por la pasarela -talón, punta, talón, punta... - roza el tacón, forma una llaga, mella los pies sobre los que te has sostenido hasta ahora y te acercas al escenario de escenarios. Espectáculo circense. Y camina, pequeña, no hay red debajo pero no se vuelve atrás.
Camino de puntillas sobre un hilo.
Mis pies tiemblan a cada paso, mi mente vuela, imagina una proa de carabela. Detrás apunta el filo de una espada. Debajo aletas dorsales circulan amenazantes, como si adivinaran la cena en un resbalón, en pies mellados de toda una vida atravesando el hilo.
Respira. No hay barco, no hay aletas, no hay espectadores. Estás sola. Avanza. El hilo se mueve. Pero los pies se amoldan y atraviesan el camino.
Camino de puntillas sobre un hilo.
¿Se acaba el hilo? ¿Solamente queda la bobina vacía, perdida en el costurero? No. No. La piel se vuelve hilo, los músculos, tendones, huesos, el pelo. Los sentimientos se vuelven hilo manejados en curtidas manos sabias de costurera.
Y serás abrigo cálido y reunirás trozos de piel separados. Serás hilo. Vida.

Revelador

Llega el momento en que heart suena como hurt, y ambas palabras se funden en la conciencia inconsciente de la vida personal. Se pronuncia con labios secos, a los que ha dejado de fluir la sangre que el hurt ha arrebatado, y el heart ya no es más que terminología obsoleta de la manida juventud.
¿Qué queda ahora que no sea racionalizar y decir que después de todo ya estaba finalizado antes de empezar, y roto antes de caer al suelo que ya no es suelo, sino techo que no permite respirar?