miércoles, 21 de enero de 2015

De puntillas sobre un hilo

Camino de puntillas sobre un hilo. Pero no es un hilo suave, teñido por manos amigas en fábricas legales, no une partes de tela formando abrigo cálido, no remienda trozos de piel separados por el filo del bisturí.
Es hilo manchado en sangre, en sudor, en lágrimas ácidas que forman torrentes en ojos tristes. Y ahora corta mis pies, me separa del suelo.
Observo cómo el final aparece y los créditos corren raudos por la pantalla. Me da las gracias por aparecer en la película, pero en ningún momento tengo el papel principal. Mi nombre aparece en letra pequeña, borroso cual ojos miopes que, a través de unas lentes, hipermetropan el mundo.
Yo no dejo huellas en él, permanece más allá del tiempo y de la levedad humana, es el hilo el que forma cicatriz en mi.
Es hilo de cobre, atrae más que la luz a las polillas y deja sin luz a la ciudad (irónico).
Es hilo de rafia que aprisiona tu alma en un saco, la dobla, la engulle y te la roba, y la transporta junto a otras iguales y distintas a ser expuestas en mercados, pesadas, valoradas y vendidas.
Es hilo rojo anudado en el dedo meñique, aferrado al corazón y a la esperanza. Tiras y tiras de él, buscas el mismo nudo en otros dedos hasta que llegas al borde de un callejón y encuentras el otro extremo, cortado.
Rojo es el hilo y roja se vuelve la vista, y las mejillas que descubren el dolor, y las pupilas dilatadas de llorar.
El hilo de plata, el último, el que viene tras el descubrimiento del rojo, te cubre con ostentación. Orgullosa paseas por la pasarela -talón, punta, talón, punta... - roza el tacón, forma una llaga, mella los pies sobre los que te has sostenido hasta ahora y te acercas al escenario de escenarios. Espectáculo circense. Y camina, pequeña, no hay red debajo pero no se vuelve atrás.
Camino de puntillas sobre un hilo.
Mis pies tiemblan a cada paso, mi mente vuela, imagina una proa de carabela. Detrás apunta el filo de una espada. Debajo aletas dorsales circulan amenazantes, como si adivinaran la cena en un resbalón, en pies mellados de toda una vida atravesando el hilo.
Respira. No hay barco, no hay aletas, no hay espectadores. Estás sola. Avanza. El hilo se mueve. Pero los pies se amoldan y atraviesan el camino.
Camino de puntillas sobre un hilo.
¿Se acaba el hilo? ¿Solamente queda la bobina vacía, perdida en el costurero? No. No. La piel se vuelve hilo, los músculos, tendones, huesos, el pelo. Los sentimientos se vuelven hilo manejados en curtidas manos sabias de costurera.
Y serás abrigo cálido y reunirás trozos de piel separados. Serás hilo. Vida.

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