viernes, 24 de abril de 2015

Día uno: confesión

Estoy triste, y no lo voy a esconder. Me apetece regodearme en mi sufrimiento y ver hasta que estrato de la tierra puedo llegar a hundirme. Voy a ver tus fotos y buscaré dentro de tus ojos el reflejo del amor que, creo, un día me tuviste y luego derramaré lágrimas saladas encima de tu rostro, como ayer mismo derramé en tu camisa, que ya se han secado (igual que mi corazón).
Sí, soy débil, como una hoja de papel debajo de la lluvia, las gotas resbalando y la tinta que narraba mi vida, corriendo pegada a las aceras, manchando la calle de sangre de marca bic, desdibujando los futuros que me había creado a trazos cargados de pintura.
Como un cuadro impresionista, hay que mirarme de lejos con los ojos entrecerrados para entenderme, y yo que pego la cara al espejo, buscando respuestas, no distingo sino manchas, pinceladas superpuestas.
Tengo que confesarte que, cuando salgo a la calle, todo parece una película en blanco y negro, va perdiendo el matiz y la gama cromática se va limitando, del mismo modo que la oportunidad de acercarme a tus labios queda reducido a la nada, y tu cara desenfocada está grabada en mi mente.
Irremediable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario