miércoles, 8 de abril de 2015

Las murallas se destruyen

Hay (¡ay!) veces que caen, 
caen por su propio peso,
los muros no son eternos.


Nos elevamos hacia el cielo 
ladrillo a ladrillo, sin planos,
y olvidamos los cimientos.


Y en lo alto, en la cúspide, 
mirando hacia atrás, 
no ves más que una columna,


una columna aguantando el edificio
resistiéndose a derrumbarse
mientras el techo se tambalea.


Hay veces que permanecen
aunque por dentro esté muerto,
la carcoma los deja secos,


y persisten, causando más daño
que precipitarse con todo su peso
sobre tu cabeza ya vacía.


Nos rodean con sus brazos
de cemento y ladrillo,


nos ahogan cerrando ventanas
encogiendo las paredes,


nos enloquecen hablando suave
susurrando con boca de poeta


si no les hacemos la guerra
son ellos o nosotros


o tu y yo frente al plural 
o yo en vez de ti.


Hay veces que los muros aguantarán
pero lo protegido, lo de dentro,
ya no da más de sí.

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