martes, 23 de junio de 2015

En cuerpo de mujer

En cuerpo de mujer
llevo mi alma hasta la entrada
de un sucio garito
lleno de hombres y de arañas

la música resuena,
que en verso engaña,
y en prosa arde como fuego
en la boca de mi estómago,

el perfume de tu cuerpo
llena aún mis entrañas
gritando al mundo
y canta, y canta.

En cuerpo de mujer
llevo mis pies hasta el escenario
vender el cuerpo por un trago,
alcohol que limpie mis heridas

y acabe de hundirme en el fango.
La música repugna
con sonido de tango

en mi vientre de mujer.


lunes, 22 de junio de 2015

La señora de las palomas

Su tez curtida, más por la vida que por el efecto del sol, hace difícil adivinar si se encuentra entrando en los sesenta, o pasándolos muy dignamente. En un lapso de diez minutos sentadas ambas bajo el alero de una parada de guagua, me reveló su pasión por los pájaros, que se remonta a una solitaria niñez en el campo. El canto de un gallo abría sus ojos de madrugada, cuando en lo alto del cielo aún no se había escondido el brillo de la luna y el sol era un rubor magenta saliendo por el este, y el chirrido de las botas de trabajar de su padre era la única cacofonía que perturbaba la paz del hogar. Contaba la señora, que tuvo la suerte de ir al colegio, aún siendo una mujer en una época profundamente machista, y aprendió a leer y a escribir, aunque -decía, intentando leer desde el rabillo de sus gastados ojos el contenido de Tristana, a medio abrir en mi regazo- que muchas de las cosas básicas se le habían ido borrando, difuminando como la tinta de un libro que se adhiere más a los dedos, a los ojos, a la mente del que lee que al soporte del papel. Leí unos renglones en alto, mientras la señora sacaba del bolso una bolsita de semillas y las esparcía al suelo, silbando y atrayendo con aspavientos a decenas de picos hambrientos, que nos rodearon moviendo sus rosadas patitas entre el banquete que había preparado la señora. Con los ojos fijos, y la cabeza en otro lado, me contó que su marido hacía poco había fallecido pero no le guardaría luto, que el luto se lleva dentro, mi niña, que no hay necesidad de estropear los pocos trapos que tiene en tinta negra y desolada. Le dí la razón y quedamos en silencio, roto solamente por el aullar de las tórtolas que se disputaban el sustento. Correteando como sus aves, se disparó la lengua de la señora y se sucedieron escenas de su vida en que habían aparecido los pájaros: los periquitos del tío Miguel, las palomas mensajeras que visitaban con gramáticos mensajes en sus patitas el alféizar de su colegio, el loro que fue la primera mascota de su hija, nuevamente palomas que ensuciaban los cristales del coche y hacían enfurecer a su marido... Una tras otra, las palabras evocaban imágenes en su mente, vívidas y coloridas como su sonrisa al recordar en compañía; pero también me sugerían a mí misma escenas de mis vidas pasadas, de los cernícalos volando a ras de mi ventana, de la abuela gritando que al canario se lo comían, que esta vez si se lo comen, que el pobrecito no hace sino cantar y no se cuida de defenderse del cernícalo. Las palomas con ramitas de olivo del día de la paz, de la película de Hitchcock en casa de unas amigas y el miedo al salir y ver las gaviotas sobrevolando nuestras cabezas.
La realidad nos despertó a las dos de un plumazo, el estruendo del motor de las guaguas arrancando nos levantó del asiento y replegó las palomitas como si de un vendaval se tratase. Nos miramos sonriendo, juntamos nuestras manos con calidez y nos despedimos con un cariñoso saludo.
Desde mi asiento en la guagua del norte, vi a la señora subiendo con dificultad los peldaños de su transporte hacia la playa, y me embargó la sensación de conocerla, de haberla visto antes, de haber conocido su vida o algún punto de ella. Y deseé haberle preguntado su nombre. Una persona extraordinaria no puede quedarse sólo con el sobrenombre de "la de los pájaros". 
Y abriendo mi libro de nuevo, lo vi muy claro. Esa señora era Tristana, mi Tristana.

viernes, 19 de junio de 2015

Mi moño, nudo de ideas

Mi pensamiento es un moño en lo alto de mi cabeza, es un revoltijo de ideas hechas forma, apartadas del cuello, del calor y el sudor.
Mi pensamiento se enrosca como una serpiente en torno a su presa, y engulle y aprisiona y se mantiene firme.
Mi flequillo irregular, tijeretazo de peluquería casera, cae sobre los ojos y los tapa, los envuelve en halo de vapor.
Los pelillos pequeños, como las pequeñas ideas, molestan al día a día, y son presos de horquillas, geles y sprays que les pegan a la masa, por el bien del conjunto.
Mi pelo y mis ideas amanecen revueltos, anudados y llenos de electricidad, frente al espejo se asienta y al viento esparce su olor como las flores esparcen sus semillas.

Cabellos, como ideas, hay de muchos tipos, colores y formas, e incluso los hay que carecen de esto.

jueves, 18 de junio de 2015

Asociaciones libres I

Hegel es un géiser.
Schopenhauer es una cuchilla de afeitar y dos gotitas de sangre.
Unamuno es filósofo para literatura, y literato para filosofía.
Marx no es Lenin, ni Maduro, ni Chávez ni el Ché.
Hobbes es un lindo gatito. Rousseau es Piolín (y viceversa)
Nietzsche es Cristo.
Cristo no es Nietzsche.
Aristóteles es éter.
Platón vivió, recordó, vió el sol fuera de la caverna, entró, no le hicimos caso en bachillerato y se fue a casa a llorar en la almohada.
Hume no entra en estos parámetros.
Piaget es un dolor de muelas.
Heráclito es el río en el que se bañaron todos los idealistas.
El realismo es una irrealidad realizada en y sobre la realidad.
La filosofía y la ciencia no son misma cosa, no tratan las mismas preguntas y no llegan a las respuestas por el mismo camino.
Mi dedo índice te señala.
Tu cuerpo está pegado a tu nariz.
Su mente se quiebra.
Nuestra no existe.
Vuestra me excluye.
Sus mentes ME quiebran.

La reina del hielo

Caliéntame las manos,
en imperativo te lo digo.
Afuera hace mucho frío,
adentro chispea en goterones
tibios.
Mi interior congelado
nieva
en copos deformados
de nacer en el lagrimal
y morir corriendo por
la piel.
No las siento,
están duras como
la miel
deshaciéndose
en tu boca
mientras te pido:
¡Caliéntame las manos!

martes, 9 de junio de 2015

Para Josh, carta de intenciones

Para escribirte
debo hacerlo en imperativo,


en enérgica orden gramatical
escondido entre exclamaciones


y abrazarte en interrogación
de no saber la respuesta, ni la pregunta.


Para acercarme, 
se necesitan mil dientes de león


al borde de mis labios soplando,
otros tantos en velas de cumpleaños


de noches en vela y estrellas fugaces,
para pedirte como el deseo.


Para verte
hay que cerrar los ojos y abrir la mente


separarte de los demás cuadros,
colgado en una pared blanca desierta


analizar tus manchas despacio
encontrarte los colores amalgamados.

Para entenderte
conocerte a ti, también tu circunstancia


hay que perderte de vista
y de tacto, y oído y gusto y olfato.


No necesito nada más,
que tú mismo en sobriedad


a la altura del paladar y las pestañas
y el hígado y las entrañas


nada más que la simpleza de tu gusto
para poderte disfrutar.



lunes, 8 de junio de 2015

.

Perdida,
como verbo en participio
lleva tu nombre
en cada una de las letras.

Perdida, 
pero encontrada
en los recónditos lugares
de tu cuerpo y de tu lengua,

anhelada 
aún sin ser buscada
en nostalgia de hipérbole
y melancolías desechadas.

Conjugar mi verbo
es crear una frase
en presente y en plural
paradigma de subjuntivo,

filtrado a través
de unos ojos verdes
como hierba, que me llevan
a inventar verbos 

para poderte accionar.