jueves, 10 de septiembre de 2015

Niño yace en la orilla

Niño yace en la orilla
ramita mojada
hace crujir
las suelas de tus zapatos
cómodos y secos
zapatos de marca.

Niño yace en la orilla
y duele 
a los ojos, duele
a la conciencia duele
tirados en el sofá duele
en el hogar tibio, seco, duele.

¡Sacarle de ahí!
qué tristeza de criaturita
qué morboso el telediario
qué mala baba a estas horas
que estamos comiendo
pon la cinco Pepe.

Nombres y apellidos
reducidos a números,
números caminando delante de la guerra
números durmiendo en el metro
números muriendo ahogados
números ni cardinal ni ordinal,

de carne y hueso
tirados boca a bajo en una playa
inertes en las retinas
números con familias
de corazones húmedos
de lágrimas de napalm 

Y no te he dicho que quites eso
lo va a ver el niño
estamos comiendo
no es hora de desgracias
dame el mando
a ver si varían un poquito.

domingo, 6 de septiembre de 2015

Lunas de insomnio

Vela que sin flama alumbra
quietecita y dorada
colgada de un hilo negro
sobre oscuro terciopelo

Luna lunera que te llaman,
prendiste ojos insomnes
levaste mareas
a orillas de piel y dedos

noches de luna
y no de miel,

escribieron mis poemas.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Pequeñas flores de la guerra

Aisha está atrapada detrás de una valla. Sus minúsculos dedos se agarran desesperados a la mano de Europa, el afilado metal le desgarra las manos. Y Aisha grita, grita como las miles de niñas a su lado que quieren traspasar la frontera. La guerra avanza y engulle, un huracán las barre, como pétalos de flores mustias se van secando y vuelan tristes desmembrándose en forma de imágenes y estadísticas, a los cuidados jardines europeos.

martes, 1 de septiembre de 2015

Onírico Soren

Soren no tiene una forma, son ideas diluidas, como las lámparas de lava de los años setenta. Soren no es una persona ni un concepto, no es concreto pero no es algo abstracto. Tendido en la cama, pero también levitando sobre ella, piensa y es pensado. Está en la cabeza de Vera, como un humo dorado se mete en sus pensamientos y respira y se mueve y siente a través de ella. Ahora, Vera está estudiando sentada en la mesa de la cocina, a contraluz, se ve su sombra como una pensadora; y Soren aparece. Vera no le ve, solo siente que está ahí. Se refleja en los geométricos ojos de una mosca que revolotea al lado de los libros de matemáticas. Toma forma de musarañas cuando Vera no quiere estudiar, cuando cualquier cosa es más entretenida que una raíz cuadrada. Mira afuera por la ventana, y las montañas tostadas del sol son pómulos sonrosados en una cara ancha de isla, aislada en un mar agridulce. Vera se baña en el mar mientras sus compañeros atienden en clase, impulsada por Soren, el agua se vuelve sólida a sus pies, se enreda por sus piernas y se evapora entre los dedos de las manos al ir a beber de ella.
Cuando quiere pensar en él, no sabe describir su cara: es todas las caras y todos los colores y matices en los ojos, todos los reflejos de su pelo.
Soren es ensoñación después de una larga siesta en la playa, es las motitas de color en los ojos, es gotas de rocío en una mañana de invierno. Soren es un mundo onírico.