jueves, 5 de noviembre de 2015

Las niñas no lloran

Hay un dolor escondido entre treinta perlas de cristal. Una muñeca rota deja a niña tirada en un lado de la cama. Sus ojitos de muñeca viviente miran la despedazada coraza de muñeca rota, con sus cuencas inmóviles fijas en la pared.
Niña se levanta de la cama, recoge a muñeca y pasea alma en pena por el pasillo de la casa.
Mamá está sentada a la máquina de coser, titiritera de botones sueltos en uniforme de trabajar. Manos ágiles navegan por la tela prieta, los dedos como remos. Ojos no miran, están enhebrados en hilo color de rosa y las pestañas se enredan en secreciones saladas de lagrimal, hilo mágico que no deja ver los golpes.
Muñeca vuelve a la vida en las manos de mamá, costuras cerradas de operación con éxito y niña enseña alegres perlas de cristal a mamá.
Hombre vuelve a casa, botón cae de la camisa. Rasga las costuras rosas de los ojos de mamá, las pestañas se despliegan como alas de mariposas, más cerca del sueño perpetuo cada día que pasa.
Niña y muñeca rotas y sin costuras duermen en un rincón. Las perlas de cristal de mamá inundadas en marea roja y se abren, dolor escondido se escapa volando por la ventana.
Los rayos del sol iluminan la estancia y mamá se levanta, recoge a niña rota, a muñeca rota, las cuelga boca abajo en un tendal y las deja secar. Están mojadas de mar rojo las perlas de cristal, están inundados los párpados de hilos del lagrimal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario