jueves, 5 de mayo de 2016

Alonso contra los molinos

Se bajó de la limusina con todo el glamour que le caracterizaba, que le había dado la merecidísima fama de la que hacía ostentación siempre que podía. Desde luego, sus ingresos le permitían alquilar un cadillac, conductor incluido (¡sólo faltaba!) para pasearse delante de sus compañeros de trabajo.

- Bueno, bueno, bueno... mirad quién está aquí, ¡el papi ha vuelto! - exclamó, mientras se abría paso como un tornado por la oficina, criticando a todos y cada uno de sus colegas - Oh please, Pedro, ¡esas puntas, niña! ¿Te esfuerzas en que estén tan abiertas o intentas un look casual? Ya veo que no has mejorado nada el ombré hair, Ginés, ¿no puede uno tomarse unas vacaciones sin que le hundan el negocio?

Por supuesto, nuestro amigo Alonso estaba exagerando. Quijana's, negocio familiar que empezó siendo la más afamada mercería de toda Castilla-La Mancha, tornó en diferentes establecimientos hasta llegar a 1980, año en que Alonso tomó las riendas. Cabe decir que la corriente tienducha de ropa que heredó de su padre cuando era sólo un muchacho, alcanzó tal fama que hoy en día es un referente en la moda, nacional e internacional.
Así, nuestro amigo Alonso volvía a su despacho en algún lugar de La Mancha, cuyo nombre nunca revela en las entrevistas, por si las cartas de sus admiradores llegaran a sepultar su bello y operadísimo rostro.

- ¡Toc, toc! - Santxi, el joven compañero de Alonso, entró acompañado de la secretaria - ¡Cuánto te he echado de menos, cariño! - se besaron y abrazaron ante la tierna y un poco triste mirada de la joven, que deja un informe en la mesa y se retira dejándolos solos.

- Mi madre te manda muchos besitos, mi padre... bueno, ya sabes lo que opina de los maricas y los socialistas - estalla en carcajadas nerviosas - está enfadadísimo porque en las últimas elecciones perdieron diputados los nacionalistas, así que no le hablé mucho de... nosotros. Bueno, ¿cómo te fue son los gabachos? ¿Alguna modelo que valiera la pena?

- No, mi niño, cómo no me hagan una a medida nos quedamos sin campaña, ay señor, qué estrés... - bebe un trago de su copa de champán - ¿cuándo le vas a contar a tu padre que nos casamos? Yo dejé de hablar con el mío por acabar mi relación con Dulci y...

- Ay, ¿a que no sabes con quién está Dulci ahora? No te lo vas a creer, ¡es tan fuerte!
- ¡Dímelo, me va a dar algo! - Con Nicolás, aquel de la facultad que se cambió a Derecho, y no lo acabó y se metió en política y ahora es diputado del PP -¡No! - Sí, cómo te lo digo, están comprometidos, se lo dijo a mi madre la vecina de la suegra de Dulci, ¡así que es oficial! Imagínate mi cara cuando mi madre me lo contaba, casi no pude aguantarme la risa, ¡qué mal rato pasé! - vuelve a reírse con voz grave de fumador, mientras Alonso tiene que sentarse en el sofá, la noticia le ha dejado impactado. Bebe el último trago de su copa de champán y la deja en la mesa. El informe de la secretaria queda manchado con una cicatriz circular. - Ay, mierda... - susurra, como hablando consigo mismo.

- Luego te veo cielo, voy a hacer unas compritas y a preparar algo de almorzar. Santxi desaparece del despacho, moviendo su abundante trasero embutido en leggins, al ritmo de la música tecno rumba que tanto apasiona a su novio.

Alonso toma un abrecartas con sus iniciales grabadas en plata, regalo de su abuelo en su época de la universidad, y abre el inflado sobre marrón. Saca sus gafas del maletín y se las coloca en la parte más afilada de la nariz. Acerca y aleja los papeles hasta que consigue leer la letra (los años no pasan en balde, ni siquiera para nuestro celebérrimo amigo). Deja caer la ristra de papeles por sus huesudas rodillas, se queda mirando a las musarañas durante un instante interminable y se derraman las primeras lágrimas de sus ojos vetustos.

Usando todo el aplomo que ha adquirido en su papel de jefe de empresa, se seca las lágrimas con el pañuelo de seda violeta, lo guarda de nuevo en el bolsillo del chaqué y se aplica unos toques de corrector para tapar su tristeza. Sale del despacho.

En la radio deja de sonar, por una vez, las canciones de Camela que siempre sintoniza Alonso, y las noticias de la tarde se abren camino: “La ley, propuesta por los ámbitos más conservadores de la cámara de gobierno del Estado Español, conocida coloquialmente como Ley de los Molinos, ha sido aprobada esta mañana por mayoría de votos. A día de hoy, Marzo del 2016, una ley en contra de los matrimonios homosexuales entra en vigor, ilegalizando la unión entre personas del mismo sexo e invalidando los matrimonios de estas características dentro de nuestras fronteras. No han servido de nada las masivas manifestaciones que tuvieron lugar delante de la Moncloa, ni las miles de firmas recogidas en contra de la ley. En el próximo mes de Abril comienza la...”

Alonso, con el rímel llegando a sus pómulos, se abalanza sobre Santxi cuando éste entra por la puerta con el almuerzo y emborrona los restos del eyeliner marrón en la camiseta de su casi marido.

- ¡Ay, Santxi! Ay, san Pancracio bendito! ¿No has oído las noticias? Apestados, Santxi, somos unos apestados por querernos, por pedir una cosa tan simple como es una boda, con sus flores, sus anillos, su catedral barroca... Ay, Santxi, molinos. ¿Lo puedes creer? Yo, que crecí al lado de uno, escuchando el ruido que hacen las aspas contra el viento, mirando la sombra de sus brazos gigantes desde la cama, cómo ángeles que cuidaban mis sueños de chiquito... Luchar contra los molinos, ¡me obligan a mí esos hediondos a luchar contra los molinos! ¡Pues lo haré, Santxi, aunque tenga que ir a embestirlos con una lanza, montado en un caballo flaco y vestido de hidalgo, con la cota de malla de mi bisabuelo! Si pueden hacerlo Dulci y Nicolás, ¿por qué nosotros no?

Y Alonso Quijana y su fiel compañero (y casi marido) Santxi emprendieron una larga lucha por lo que ellos creían correcto, por sus derechos, por su ansiada boda y por el reconocimiento de su amor, en una sociedad en la que los Molinos se convierten en enormes gigantes que custodian las puertas de la libertad.